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viernes, septiembre 26, 2025

«No hay agua»: México pide ayuda para salvar de la extinción a los ajolotes de los volcanes

Ante las altas temperaturas, un grupo conservacionista lanzó una campaña para preservar a los ajolotes que languidecen y mueren en la localidad mexicana de Río Frío. Según estimaciones, quedan menos de 200 ejemplares de esta especie.

A México le atormenta la sequía que se vive en Río Frío de Juárez, un pueblo ubicado en el estado de México, donde desde hace un año las lluvias han disminuido al punto de que los arroyos se han convertido en charcos pantanosos que atraviesan la tierra reseca.

«Ahorita contamos con una gran problemática por la falta de lluvias, no hay agua, la escasez es demasiado. No hay captación de agua», se lamenta Otlica Reyes, mesero de 46 años que desde 2016 forma parte del Grupo de Conservación Río Frío, una asociación que se enfoca en la protección del medioambiente.

«Nunca habíamos sentido estos calores, ni habíamos visto esta sequía», agrega con desaliento en una entrevista con Noticias Telemundo.

Para Otlica Reyes, lo más preocupante no sólo son los efectos graves de las escasas lluvias para los cultivos de la zona, sino la amenaza que se cierne sobre el ajolote de los volcanes (Ambystoma leorae), un anfibio en peligro crítico de extinción que recibe su nombre por la cercanía de su hábitat con los volcanes Telapón y Tláloc, en el enclave montañoso conocido como la Sierra Nevada, al oriente de la Ciudad de México. En esa zona están los arroyos Tula y Río Frío, que son los únicos lugares en los que se desarrolla esta especie.

«No hay precipitación fluvial. No contamos con nada de eso y ahorita ese es el mayor peligro que tenemos para los ajolotes», advierte Otlica Reyes.

Los ajolotes habitan en ríos y arroyos, por lo que las características propias de esos hábitats han determinado su evolución. Eso ha hecho que sean muy vulnerables a los cambios en esos cuerpos de agua, «y por ende han sufrido una notoria disminución poblacional principalmente debido a factores relacionados con la modificación de su hábitat, como contaminación de ríos», según expresa un estudio de Semarnat, publicado en 2018.

Las cifras más recientes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) muestran que la ausencia de lluvias es un problema nacional: el 67.97 % del territorio mexicano presenta sequía de moderada a excepcional, lo que afecta a los ecosistemas y ha generado un aumento del 60% en los incendios forestales.

“Por primera vez, en esta temporada de sequía dejó de correr agua en el arroyo de Tula y quedó estancada por lo que los ajolotes se aferraron a la sobrevivencia. Por fortuna, lo pudimos detectar a tiempo y nos dimos a la tarea de reubicar a los ajolotes a las zonas que tienen mejores condiciones”, explica el doctor Felipe Osuna López, académico del Colegio de la Frontera Sur y miembro del Grupo de Conservación Río Frío.

El investigador afirma que los ajolotes tienen gran importancia en el ecosistema, porque son el principal depredador de los arroyos y ayudan a que se mantenga el equilibrio biológico en la zona.

«Son un bioindicador por excelencia, mantienen a raya la población de invertebrados y con eso aportan para mantener la calidad del agua», explica. «Si los ajolotes se encuentran bien, significa que los cuerpos de agua están en buenas condiciones y eso garantiza el suministro de agua para miles de personas de las comunidades vecinas».

Los ajolotes pertenecen al género Ambystoma y son una especie de salamandra neoténica, lo que significa que estos animales mantienen algunas características juveniles durante toda su vida reproductiva.

«La especie del ajolote de los volcanes es mucho más pequeña que, por ejemplo, el ajolote de Xochimilco. Nuestra especie tiene en promedio unos 15 centímetros desde el hocico hasta la cola. Y presenta una gran variación morfológica. Tenemos especímenes grises, negros, cafés, amarillos. Teníamos verdes, incluso con tonos rojizos, pero desafortunadamente ya se perdieron», asevera Osuna López.

Debido a las altas temperaturas, Osuna López junto con Otlica Reyes y otras personas del grupo lanzaron una campaña de recaudación de fondos para salvar a los ajolotes que languidecen y mueren en los cuerpos de agua de la zona. Según sus estimaciones, ya sólo quedan menos de 200 ejemplares de esta especie en los arroyos de la zona.

«La población había aumentado sus números. Lo malo es que en Tula, donde teníamos la población más numerosa, la falta de monitoreo y de presencia hizo que no se detectaran a tiempo estos embates climáticos y se redujera la población», afirma el académico.

El ajolote mexicano tiene una gran importancia en la cultura del país que se remonta hasta la época prehispánica. Los aztecas veían al ajolote como una manifestación de Xolotl, el dios gemelo asociado con la muerte y la transformación.

«El ajolote aparece por primera vez en los códices prehispánicos, y es asociado a las deidades aztecas. El ajolote era el hermano gemelo de Quetzalcóatl y así es como se representa en la mitología. Culturalmente, este anfibio forma parte de nuestra identidad», explica Diana Vázquez Mendoza, investigadora del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El género Ambystoma está constituido por 33 especies distribuidas por Norteamérica, desde el suroeste de Alaska y el sur de Canadá hasta el Altiplano Mexicano. Según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en el caso de México hay 17 especies distribuidas en el noreste y centro del país.

De ese total, 16 son endémicas, como es el caso de los especímenes de Ambystoma leorae, mejor conocidos como ajolote de los volcanes, y los Ambystoma Mexicanum, que son los ajolotes más conocidos y se encuentran en Xochimilco, una zona al sur de Ciudad de México que es muy conocida por su red de canales que rodean unas parcelas agrícolas llamadas chinampas.

«Los ajolotes, como son anfibios, son animales muy delicados que son muy sensibles a los cambios ambientales por el tipo de piel que tienen y su morfología. Y es evidente que hay un problema de cambio climático que está afectando a los ecosistemas a nivel local», afirma Vázquez Mendoza.

La investigadora explica que los ajolotes de Xochimilco también corren peligro debido a la urbanización de las zonas cercanas a sus hábitats, los cambios en las condiciones ambientales y la contaminación de los canales y humedades en los que se desarrolla esa especie.

«El primer censo que se hizo en Xochimilco fue en 1998 y había 6,000 ejemplares por kilómetro cuadrado, el último censo se realizó en 2014 y ya solo quedaban 36 individuos por kilómetro cuadrado. El próximo censo se va a hacer en septiembre pero, por las dinámicas que hemos visto, es posible que los números no sean favorables», dijo Vázquez Mendoza.

En el caso de los ajolotes de los volcanes, la campaña lanzada por el Grupo de Conservación Río Frío busca recaudar 65,000 pesos mexicanos (unos 3,900 dólares) para labores de monitoreo, mantenimiento de los cuerpos de agua y campañas educativas con la comunidad, entre otras actividades.

«Esta es una estrategia reactiva para superar esta temporada de sequía, y ayudar a los ajolotes. Los estamos reubicando, estamos monitoreándolos y manteniendo los niveles de las pozas para que tengan las condiciones para sobrevivir. A mediano plazo necesitamos restaurar, en la medida de lo posible, estos arroyos para que puedan retener mayor cantidad de agua», explica Osuna López.

Para Otlica Reyes, lo que sucede con los ajolotes no es un hecho aislado. Con preocupación dice que hay que seguir concientizando a las comunidades para que se movilicen y resguarden la flora y fauna locales.

«No es un problema de los ajolotes, sino de toda la comunidad, tanto personas como otros seres vivos. El agua nos hace falta para todos, pero ahorita le está haciendo muchísima falta a los ajolotes», asevera.

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