En la actualidad el crecimiento de la urbanización y los avances tecnológicos, permiten un incremento y que se generen nuevos riesgos en caso de impacto de un ciclón tropical.
Es probable que por tercer año consecutivo se presente una temporada de huracanes en el Atlántico más activa de lo normal, esto debido al presente fenómeno de “La Niña” y la influencia de la Oscilación Multidecadal del Atlántico. En este sentido, hay que estar atentos y preparados ya que a mayor formación de ciclones, mayor es la probabilidad de que nos impacte alguno.
Los riesgos y consecuencias por la afectación de un ciclón tropical son bien conocidas, pero con el paso de los años se han modificado varias situaciones. Ahora entran en juego factores directamente relacionados con el crecimiento urbano y de la población, además de los avances tecnológicos. En ambos casos, se presentan nuevos retos que atender, cosa que no ocurría en décadas pasadas.
Iniciando con la vulnerabilidad, en los últimos años las ciudades y zonas en riesgo por afectación de un ciclón tropical anualmente han crecido. Es un hecho que la urbanización está aumentando la infraestructura, y por ende los ciclones tropicales tienen más cosas que destruir que en el pasado, circunstancia que eleva el costo de los daños.
La mayor parte de la ocasiones, no es que el ciclón sea más intenso, sino que las ciudades crecen y hay mucho más que perder. También sobresale el crecimiento de la población, que incrementa el riesgo de vulnerabilidad en una región dada. Más personas pueden salir heridas si se concentran en un mismo punto de crecimiento.
En las zonas costeras pasa algo similar, muchas playas resistieron el embate de ciclones tropicales siendo vírgenes y se restauraron de manera autónoma, así funciona la naturaleza. Sin embargo, el surgimiento de zonas habitacionales costeras y turísticas hacen más notoria la fuerza de un ciclón tropical, por los daños que se generan. Veremos de una manera muy diferente unas palmeras caídas a palapas y edificios derrumbados por el viento.